sábado, 12 de diciembre de 2009

Jello Biafra: la audacia de pregonar


Esta historia comienza hace veintisiete años. Entonces, la única música que podía permitirme escuchar era la emitida por radio. Y los vinilos que prestara algún colega. Así, un día cayeron en mis manos dos discos: el “Thriller”, de Michael Jackson y “Plastic Surgery Disasters”, de los Dead Kennedys. Ya estaba familiarizado con el material de Jacko, pero desconocía a los otros tipos, así que me dispuse expectante a ver qué ofrecían. Pinché el disco, y me volaron la cabeza. Así que me interesé por la banda (llegarían a cotas sólo alcanzadas por Sex Pistols, The Clash o Ramones) y, sobre todo, por su carismático vocalista, Jello Biafra, todo un personaje, un tipo provocador, convencido de sus ideas, dispuesto a liarla allá donde fuera. Pues, veintisiete años después, muere Michael, y tengo la oportunidad de encontrarme en un escenario a Biafra. En aquella época, si me hubieran preguntado, habría apostado por ver al rey del Pop y por el cadáver de Jello (con una bala en la cabeza, o con el cuerpo reventado por los excesos)

Jello Biafra se nos presentó con su actual banda, los tremendamente competentes The Guantanamo School of Medicine. De la misma, me apetece destacar a Billy Gould, quien fuera bajista de Faith no More, durante la década de los ochenta, hasta la primera mitad de los noventa. Que, por cierto, se ha reunido de nuevo este año, y por ello, aunque Gould participó en grabación de “The Audacity of Hype” (el último disco de Biafra), no le esperaba en esta gira. Una agradable sorpresa, que dice mucho de un músico que ha pasado de abrumar en Faith no More con innovadoras técnicas de interpretación, a limitarse a recorrer con entusiasmo el mástil, siguiendo las líneas de los acordes marcados, algo mucho más simple (¡es punk!), y seguro que no menos divertido…

Además de haber sabido cuidarse la voz, hay que congratularse de la buena forma de Jello. Le permite entregarse a la audiencia, con sus movimientos frenéticos y sus caricaturescas representaciones. Mi favorita, la que realiza durante la interpretación de “Electronic Plantation”, un tema del último disco, que trata sobre el estrés del trabajador medio… imitando a un administrativo que teclea agobiado ¡una máquina de escribir! Delicioso anacronismo. La banda marca un ritmo trepidante, nos volvemos locos bailando pogo (a algunos nos traquetea la osamenta, los años no pasas en balde…), una tía no para de tirarse a lo stage diving, mientras otro que también se sube al escenario, después de resistir ante los seguratas y parodiar a Biafra, no se atreve a lanzarse y se baja por donde ha venido. Los momentos álgidos llegan, lógicamente, cuando suenan los himnos de los Dead Kennedys, “California Über Alles” y “Holiday in Cambodia”. Entonces, toda la audiencia se ve arrastrada

Jello siempre ha sido un gran comunicador. Sus chascarrillos, algunos en castellano, siguen apuntando a las grandes corporaciones, al capitalismo, a la televisión y a la violación de los derechos humanos. Quizá pueda resultar demagogo, pero trata de ser coherente con su pensamiento. Podría estar ganando mucho dinero reuniéndose con los otros miembros de Dead Kennedys y firmando por una multinacional, pero prefiere trabajar para su pequeña discográfica, Alternative Tentacles, y los shows en pequeños locales, como el que nos ocupa. “Obama, la tortura nunca es buena”, repite varias veces, antes de retirarse prematuramente a los camerinos. Aunque nos compensaría con dos bises, lo más negativo que puedo decir es que supo a poco.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Cómo ser bueno, en picado


He evitado deliberadamente repetirme con algunos temas o autores, pero es que Nick Hornby es, ahora mismo, una de mis debilidades. Este año he leído, sucesivamente, “Cómo ser bueno” y “En picado”.

¿Por qué me gusta tanto Nick Hornby? Quizá por mi grado de identificación con su voz. A Nick le gusta el rock (aunque él es bastante más pop), el fútbol (aunque él es del Arsenal) y las palabras malsonantes (aunque él las pronuncia en inglés), pero lo que le hace poco usual, es que escribe sobre ello. Sus personajes, por lo general, son vulgares, en el sentido en que, al principio del relato, no te irías jamás de copas con ellos, pero al final, tras acabar compartiendo su suerte, bueno, de acuerdo, unas cervezas sí, pero tampoco quiere decir que vayamos a ser amigos…

Si en “Alta Fidelidad” nos permitíamos observar la “crisis de los 30” con una sonrisa de alivio, gracias a haberla superado, en “Cómo ser buenos” nos saltan todas las alarmas al comprobar que ni él mismo tiene las claves para salir de las demás. Mi escena favorita de esta novela es aquella en la que el marido de la protagonista se descuelga por la ventana de su casa para intentar reparar el atasco del canalón del desagüe, en plena lluvia, sujetándose en el marco podrido, mientras su esposa y su hijo mayor le agarran de los bolsillos traseros de su pantalón, y a su vez, ambos son cogidos por las manos de la hija pequeña. Una metáfora magnífica para describir el precario equilibrio de la familia como institución.

Con “En picado” encontramos que la angustia existencial de los cuatro protagonistas, aspirantes a suicidas, les impele a constituir el más heterogéneo grupo de ayuda. Varios de los lectores conocerán a personas que, con historias personales más duras que la de éstos cuatro, salen adelante. Y también, seguramente, varios de éstos lectores se preguntarán cómo consiguen seguir viviendo, cuando a nosotros, incluyendo a esos cuatro, los pequeños dramas cotidianos nos resultan tan agobiantes.

Es fácil deducir que la principal herramienta de Hornby para hacer funcionar estos engranajes es la de su sentido del humor. No suele abusar del gag, y aunque a veces las escenas parezcan surrealistas, no dejan de resultarnos verosímiles Sus planteamientos bordean la frontera de la crueldad (sin traspasarla) y sus resoluciones son muy poco reconfortantes, a veces incluso cínicas, pero siempre nos da un benevolente respiro. Utiliza el narrador en primera persona, para aproximársenos más todavía, y relatarnos escenas cargadas de debilidad humana, casi patética, pero ante las que no podemos evitar empatizar y, sonreír, por ser la mejor alternativa disponible.

Al concluir la lectura de sus libros, en los mejores momentos pienso “qué jodidos estamos, pero cómo nos reímos”, y en los peores, “cómo nos reímos, para estar tan jodidos…”

jueves, 22 de octubre de 2009

Gorazde, Zona Protegida (1), por Joe Sacco

¿Qué pasaría si un día aparecemos en tu casa, armados, y te exigimos tomar partido, o con nosotros, o contra nosotros? Tenemos las armas. Nos conoces, incluso puede que haya algún familiar tuyo en el grupo. ¿Nuestra causa? No acabas de entenderla, pero… ¿no resulta algo secundario, cuando lo que está en juego es tu hogar, tu familia, tu propia seguridad? ¿Contra quién vamos? Contra tus vecinos. Bueno, no es que te caigan especialmente bien, pero tampoco te han hecho nada. Incluso su hijo pequeño juega con el tuyo, van al mismo colegio. ¿Qué tienes que perder? Si te resistes, todo. Puedes huir, marcharte lejos, pero… ¿y tu vida aquí? Insisto, ¿qué le pasará a tu familia? A todo esto, ¿qué puedes ganar? Bueno, con nosotros, estás en el bando vencedor. Te recuerdo, tenemos las armas. Cuando todo haya acabado, prosperarás, pues como mínimo, te quedarás las propiedades de tus vecinos. Quizá seas aprensivo, bueno, no te preocupes, tendrás trabajo garantizado y el respeto y reconocimiento de tu comunidad. Para eso pertenecerás a los nuestros… Una decisión difícil de tomar. ¿O no?

“Gorazde, Zona protegida” recopila testimonios de los que, en el supuesto enunciado, podrían haber sido tus vecinos. Joe Sacco se sitúa al final de la guerra en Bosnia oriental, en 1.995, sin ínfulas de investigador, sólo como receptor de las historias, horripilantes todas, que, a veces a regañadientes, acaban por narrarle los supervivientes. Son testimonios sin contrastar, como él mismo indica, pero de gran verosimilitud, por la minuciosidad en algunos de los detalles.

La virtud de este cómic está en su limitación. Unos breves apuntes para situar el origen del conflicto. Unos personajes poco esbozados. Un narrador átono. Porque lo importante, es contar los horrores de la guerra. El lector no podrá evitar simpatizar con las víctimas, indignarse ante la pasividad e ineficacia de la comunidad internacional, escandalizarse ante los sanguinarios asesinos… Pero Sacco es consciente de que, ni es testigo, ni le corresponde ser juez o fiscal. Su papel debe ser simplificado.


Gorazde, Zona Protegida (2), por Joe Sacco


La matanza de Srebrenica, vista por Joe Sacco
Técnicamente, como autor de cómic, Joe Sacco es bastante deficiente. Aquí tenemos claramente un ejemplo del debate sobre si una historia, fuerte y necesaria, puede trascender los defectos y carencias del narrador. A diferencia de su referente más obvio, Robert Crumb, Sacco se muestra torpe en las secuencias, llegando a ser confuso en la cronología de los hechos. Algunos textos son farragosos, otros reiterativos. La composición de las páginas es simple, y cualquier reto que se le presenta al respecto, suele quedar mal resuelto. Podría destacarse la reconocida influencia de Brueghel el Viejo (apuntaría también a Goya) en algunas de viñetas plenas de muerte y destrucción, realmente duras. Pero donde Sacco sabe que no puede fallar es en retratar los rostros avejentados, cansados, horrorizados, doloridos, de mirada ausente, desesperanzados,… de las víctimas. Allí es donde la empatía aflora, en el reconocimiento de las emociones.

Al concluir su lectura, me he quedado con ganas de conocer los destinos de Edin, Riki, el doctor Begovic o el par de tontas. Incluso he buscado imágenes de Gorazde. Y, aunque su reconstrucción nos aleja del panorama narrado, las bellas estampas sobre el río Drina no proporcionan el atractivo suficiente para visitar un lugar donde sabemos que, durante unos años, se instaló el infierno en la tierra.

miércoles, 29 de julio de 2009

La primera vez que ví a un muerto


“Despedidas” es una agradable película japonesa, acaparadora de premios (entre ellos, el Oscar), que como fan acérrimo a la serie “Dos metros bajo tierra”, no podía perderme, y que desde ya mismo recomiendo.

Si bien el reflejo de la cultura occidental en la memorable serie de Alan Ball (que se merecería un blog temático) parece que debería distar bastante del oriental, ofrecido por la película de Yojiro Takita, podemos encontrar mucho en común, pues la ceremonia a los difuntos (tan dispar, según los diferentes ritos), se hace principalmente para los que quedan vivos, sean cuales sean sus creencias religiosas, revistiéndole al finado un último hálito de dignidad.

Reconozco cierta obsesión con el tema de la muerte… La descubrí a los cuatro años. Mi abuela, una de tantas mujeres que se dejaron la salud trabajando y llevando el hogar, remugaba a menudo, deseándola como liberación de sus pesares. Yo le pregunté por qué quería morirse, y si todos teníamos que morirnos, y ella me respondió crudamente. Me pasé la tarde llorando de miedo, y no paré hasta que llegó mi madre del trabajo y me calmó con mentirijillas. Desde entonces, pocos días habrán pasado en que no haya pensado en la muerte.

Admito haber tenido mucha aprensión, evitaba no sólo ver los cadáveres, incluso encontrarme con un coches fúnebre me amargaba el resto del día. Una corona expuesta en la floristería me provocaba un nudo en la garganta.

Nada más incorporarme al mundo laboral tuve cierta relación con uno de los dos únicos amortajadores que, entonces, trabajaban en Palma. Más concretamente, con su hija, y con su futuro yerno. Éste tenía la posibilidad de ganarse un excelente sueldo tomando el puesto de aprendiz que reiteradamente le ofrecía el suegro. Pero prefería ir fracasando de oficio en oficio. Había sido charcutero, entonces éramos compañeros en el departamento comercial de una compañía de seguros, y la última vez que me lo encontré, era instalador de centralitas telefónicas. Cualquier cosa antes que tocar a un muerto. Yo le entendía muy bien.

Inevitablemente, llegó el día tan temido (aunque no el más temido, que sería mi propio fallecimiento) Y, al final, no había para tanto. Mi padre yacía en su cama, ciertamente, tenía un tacto frío, pero en absoluto repelente. Tenía los ojos cerrados, y el rigor mortis ya afectaba a su mandíbula, pero seguía siendo mi padre. Permanecí junto a él de la misma manera que cuando le visitaba. No noté ningún olor excesivamente molesto. Y le saqué del bolsillo el efectivo del pequeño premio de la Primitiva que había obtenido semanas antes, y del que no se alejaba, por miedo a perderlo. Le acompañé al coche funerario, espantando a la cotilla de turno. Y lo velé durante el funeral, aproximándome a verle varias veces a través de la urna de cristal, como quien se asoma a un durmiente.

Entonces descubrí que, realmente, no me da miedo la muerte, sino la pérdida de la consciencia de la propia existencia. La fe no va conmigo, así que dudo mucho que pueda resolver la cuestión.

Mi última excentricidad relacionada con el tema es la colección de obituarios. Pero de eso ya hablaré en otra entrada.

“La felicidad consiste en no tener miedo”
Eduard Punset

martes, 14 de julio de 2009

El celestial Jonathan Richman



“De cada vez le veo más colgado, y de cada vez, más gente viene a verlo”, nos comentaba nuestro amigo Toni, de la empresa Fonart, promotora de la actuación de Jonathan Richman en Lloseta (entradas agotadas).

Puedo asegurar que Richman es el sujeto más extravagante que he visto sobre un escenario (y he visto a unos cuantos…) Para Jonathan, todo queda supeditado a la comunicación con el público. Da lo mismo seguir o no el ritmo del impertérrito y excelso batería Tommy Larkins. O si sus extraños punteos con el pulgar suenan toscos (por la “técnica” y por la relación de amistad que mantienen, estoy convencido de que fue Kiko Veneno quien le enseño a tocar la guitarra española). O si la métrica de la letra vuela por los aires, pues prefiere entonarla en su peculiar castellano (o italiano, o francés, o lo que haga falta), para lo cual, no duda en improvisar recurriendo a lo que se le pase por la cabeza.

Uno todavía se está preguntando qué está ocurriendo, cuando nota que sus pies comienzan a moverse de forma casi autónoma, y las manos deciden acompañar con palmas.

Entonces, Jonathan se marca uno de sus arrebatadores bailes, provocando risas y alegría. Actúa con la mirada extraviada, pero responde atentamente a los impulsos que percibe.

Para quien piense que todo es una gran broma, decir que sus canciones son celebradas por iconos como David Bowie o Iggy Pop, cuyas respectivas versiones de “Pablo Picasso” pueden encontrarse fácilmente en la red. Tiene todo un hit como “Vampire girl”. Y es recordado por sus graciosas apariciones en la película “Algo pasa con Mary” (desafortunadamente dobladas al castellano, en la versión comercializada en España)

Sus temas básicos son el desencuentro y la libertad. Richman nos cuenta historias simples, cercanas y divertidas. Como cuando se fue a un bar con un montón de amigos borrachos, en donde una chica que no le gustaba se le intentaba arrimar mientras él miraba con desespero a la puerta de salida. O la de un novio preocupado por las adicciones a las drogas y al alcohol de su chica, que termina por contestarle airada con un “soy una mujer independiente”. Sus infructuosos intentos por encontrar pareja de baile en un bar de lesbianas. Richman huye de mensajes, ofrece un gesto de complicidad solidaria (“cuando te caíste no me reí, pues a mí me pasó la misma cosa”, “a qué hemos venido, sino a caer, a qué hemos venido, sino a fracasar”) o una propuesta de liberación frente al desenfrenado ritmo de vida (“tengo el móvil apagado, llamaré cuando pueda, ahora estoy cantando”, “cojo el tren o el autobús y ya llegaré, tranquilos…”)

Jonathan, ¡vuelve cuando quieras, te esperamos!


jueves, 28 de mayo de 2009

84, Charing Cross Road: un pasado de buenos libros y buena gente.


Para mí, escribir en este blog ha sido un modo de aligerar la correspondencia que suelo mantener con familiares y amistades. De esta forma, he evitado el “copiar y pegar” con el que estaba despersonalizando mis cartas, y puedo concentrarme en temas más particulares.

Escribo cartas desde que era niño, y gracias al e-mail, sigo haciéndolo. Lo poco que pueda saber sobre cómo expresarse por escrito, se lo debo a la enorme práctica proporcionada por mis esfuerzos epistolares.

Escribir una carta es relativamente sencillo, y a poco que uno le ponga ganas y cariño, desde la humildad y la sinceridad, nunca resultará tedioso para el destinatario. Si además ponderamos al alza sueños y sentimiento, bueno, uno hasta ha llegado a enamorarse…

Helene Hanff, residente en Nueva York y de profesión escritora, mantuvo durante veinte años una relación epistolar con Frank Doel, diligente empleado de la londinense Marks and Co., librería especializada en segunda mano. Quién le iba a decir a la buena de Helene que, tras los fallidos intentos como dramaturga, sobreviviría gracias a guiones para televisión, adquiriría cierta estabilidad económica con la publicación de libros infantiles y, finalmente, de forma totalmente inesperada, alcanzaría la celebridad con el libro que recopila la correspondencia antes citada. Libro que incluso sería adaptado al teatro y al cine.

“84 Charing Cross Road” (en referencia a la dirección de la librería) nos transmite la desenfadada personalidad de HH, apasionada por los libros (como diría un asegurador, tanto por su continente como por su contenido), generosa y solidaria con su partenaire inglés (y con los demás empleados de la librería Marks & Co.) en los racionamientos de la postguerra, y un tanto maniática con sus pedidos (por ejemplo, envía los pagos en efectivo, adjuntándolos a la carta, pues confía más en “el correo aéreo de los EE.UU. y en el Servicio Postal de Su Majestad” que en los giros monetarios). En resumen, una romántica. Frank Doel, en cambio, mantendrá la inicial corrección y la mesura en el tratamiento durante años, pero acabará rindiéndose a las divertidas puyas de HH, correspondiéndola con una cálida gratitud, que finalmente derivará en una cordial confianza, extensible por parte de toda su familia. Cabe decir que Helen y Frank no son los únicos personajes que contribuyen de forma epistolar. Hay unos que aparecen y no se vuelve a saber más de ellos, y otros que perdurarán, tal como es la vida.

Son veinte años que se leen en un suspiro y con cierto encogimiento, por ser uno consciente de la vertiginosa rapidez con la que transcurre la vida, y por la melancólica inevitabilidad de algunos destinos.

Para quien sienta empatía por esta entrañable autora, recomiendo un bonito blog que sabe capturar su espíritu y homenajearlo:
http://helenehanff.blogspot.com/
Tampoco puedo dejar de citar un enlace sobre la librería, pues incluye fotografías de Frank Doel:
http://www.84charingcrossroad.co.uk/

martes, 21 de abril de 2009

Groucho Marx, amante sarnoso



Mientras acabo de preparar las nuevas entradas, adjunto una reseña que escribí para el tercer número de la revista electrónica Aleph, una experiencia editorial que compartí con mi buen amigo Dan Piris, y de la que obtuvimos satisfacciones personales en una proporción diametralmente opuesta a su repercusión y los beneficios económicos (aunque, al menos, ¡conseguimos unos cuantos libros gratis!)

Aprovecho para agradecerles las visitas y la paciente espera.


Podría decirse de Julius Henry Marx (1890-1977) que es el típico caso de personalidad fagocitada por el personaje. Él y Groucho, uno de los más populares iconos del siglo XX, son indistinguibles. O así nos lo sugieren los diversos escritos biográficos sobre él y sus célebres hermanos: parece ser que eran tan salvajes fuera como dentro de los escenarios.

Curiosamente, si nos atenemos a “Memorias de un amante sarnoso”, podríamos definir al genial humorista como un autobiógrafo introvertido, refugiado en el gag y en el anecdotario jocoso, inaccesible a sus interioridades. El lector disfruta de las historias y la verborrea de Groucho, pero al final del libro apenas le conocerá más que cuando lo inició. De hecho, dos de las cinco partes en las que se agrupan estas narraciones breves son, mayoritariamente, andanzas protagonizadas por terceros, y otra más es una parodia de ensayo científico sobre una historia del amor y las relaciones sexuales. Sólo en capítulos como el memorable "Sobre el ahorro" ("La palabra ahorro no tiene sentido hoy, salvo para dar nombre a una cadena de supermercados") o "Mutilado del amor" (en donde Groucho Marx critica la falta de coberturas sociales para los profesionales del espectáculo en aquella época) encontramos algunas de sus reflexiones personales. Aunque es en el epílogo donde, entre líneas, y utilizando el narrador en tercera persona para distanciarse, se nos descubre como un anciano nostálgico que revive orgulloso una juventud que le resultó intensa, un amante pesaroso de su decrepitud.

En el trayecto, multitud de perlas del Groucho gorrón ("¡Das una fiesta y no me invitas! Estuve a punto de no venir", "En 1959 asistí a trescientas treinta y seis fiestas, a doce de las cuales había sido invitado"), desvergonzado ("Si mientras trincha el pavo se le cae en el regazo de la viuda que está a su lado, ¿qué hace? Dice: Señora, que conste que no le he dado el pájaro, le agradecería que me lo devolviese inmediatamente"), gruñón y tacaño ("Otro ejemplar que merece atención es el invitado que parece una ardilla... Se entretiene antes de la cena royendo un cuenco entero de cacahuetes... Terminado el postre, se dedica a los pistachos ¡Y qué arte se da en hacerlos desaparecer, a tres dólares el kilo!"), mujeriego ("Cuando digo que sólo una señorita me interesaba no quiere decir que me interesaba para toda la vida")...

“Memorias de un amante sarnoso” es tan recomendable como cualquiera de sus películas.

lunes, 9 de marzo de 2009

Una forma de humor



Esto lo comencé a escribir cuando murió el guionista Rafael Azcona.

Hay una forma de humor terapéutico, que trascienda las situaciones desgraciadas, logrando hacerlas más llevaderas. Es el humor que se da en los velatorios, como si el finado pudiera compartirlo. El denominado “humor negro”, compartido con los compañeros de fatigas. El no poder evitar sonreír ante los sinsabores ajenos por resultarnos familiares, el qué jodidos estamos, pero cómo nos reímos. Es un humor que suele venir acompañado sutilmente de otras emociones, como puedan ser la ternura, la solidaridad o la compasión. Es el humor de Rafael Azcona.

Una anécdota del actor Juan Luis Galiardo: “Me encontraba muy deprimido, no conseguía asimilar la muerte de mi hijo, el trabajo… ¡uf! Se lo conté a Azcona, y me contestó, ¡Vamos, hombre, contigo, Dostoyevski no tendría ni para cuatro páginas! Me ayudó a dejar de compadecerme a mi mismo y a aceptar y vivir la vida como venía…”

Esto me lo contó una amiga medio libanesa, un poco loca, un poco sabia, que hace tiempo que no sé de ella:

Hay una forma de humor que, a la larga, resulta perniciosa para la salud. Es el que rezuma sarcasmo, cinismo. Es fruto del descontento, de la frustración, de la envidia, de la desesperanza. Es cierto que puede provocar carcajadas, pero te va corroyendo por dentro.

Ayer leí que este tipo de humor también puede derivarse de un sentimiento de culpa.

martes, 3 de marzo de 2009

The Wrestler


Mucho se ha escrito sobre la interpretación de Mickey Rourke (para mí, soberbia), pero no tanto sobre la película, y aún menos sobre el mundo del wrestling (o pressing catch, como es más conocido en España) (*1)

Esta vez el héroe crepuscular no es ni un forajido redimido, ni un boxeador en busca de su último gran combate. El ya inolvidable personaje, Randy “The Ram” (“Carnero”) Robinson (*2), reviste de dignidad una profesión a menudo objeto de mofa, como muestra el propio filme en las escenas de “The Ram” con su jefe del supermercado. Al respecto, me sigue sorprendiendo que uno de los argumentos habitualmente utilizados contra el wrestling sea el de sus “golpes de mentira”. Pero, ¿qué quieren? ¿Qué peleen a destrozarse? Estamos de acuerdo, los combates no tienen la verosimilitud de los que puedan aparecer en cualquier película de acción (por cierto, éstos también son “de mentira”), pero requieren de una preparación física muy exigente, que ocasiona lesiones con frecuencia. Por cierto, la pelea que ofrecen “The Ram” Robinson y “The Necro Butcher” (interpretándose a sí mismo), con grapadora, cristales y alambre de espino de por medio, no es precisamente recomendable para espíritus sensibles.

Veo el wrestling como un espectáculo (no un deporte) de luchas coreografiadas, que incorpora el culturismo y ciertos elementos del cómic de superhéroes. Todo ello queda captado tanto por el guionista Robert D. Siegel como por el director Darren Aronofsky. Que no dudan en iluminar los rincones más oscuros del gimnasio, mostrándonos la lacra del dopaje, causante, de forma directa o indirecta, de varias muertes que han diezmado las filas entre los luchadores que recordamos del bombazo televisivo que representaron las emisiones de Tele5, allá a principios de los 90. Ni tampoco se cortan en denunciar el abandono que sufren los menos afortunados, tras su retirara, aún como consecuencia de una incapacidad contraída durante el ejercicio de su profesión. Auténticos juguetes rotos en un colectivo a menudo carente de convenios laborales, incluso en las grandes ligas.


(*1) Para los aficionados y curiosos al mundo del wrestling, recomiendo la web www.diariowrestling.com, posiblemente la más popular en lengua hispana, como demuestran sus decenas de miles de visitas (sí, me honra guardar parentesco con su editor, Santiago Liébana…)

(*2) Para aquellos que hablan de una resurrección de Mickey Rourke, decir que Darren Aronofsky tuvo la sabia precaución de no adelantarle dinero hasta haber concluido el rodaje de la película. Tras la gran repercusión de la misma en el mundo del wrestling (con polémica incluida), Rourke está ofreciendo algunas de sus típicas apariciones bizarras, llegando incluso a especularse sobre su participación, metido en el rol de “The Ram”, en uno de los eventos más importantes de la temporada de wrestling

miércoles, 4 de febrero de 2009

Cine del 2.008


Ya ha pasado el mejor momento para dar un repaso a los estrenos cinematográficos del 2.008, pero bueno, quizá pueda servir como sugerencias de videoclub…

LAS QUE MÁS ME GUSTARON


El tren de las 3:10
Una puesta al día sin renunciar al clasicismo del mejor western. Russell Crowe desprendiendo carisma y Ben Foster encarnando a mi personaje favorito del año, el sanguinario pistolero Charlie “Princess” Prince. Papeles secundarios de lujo para un reparto a la altura de una película casi redonda.

Quemar después de leer
No me reía tanto con los Coen desde “El Gran Lebowsky” Impagables los cabreos del “amigable” Ozzie Cox (John Malkovich), desternillantes diálogos en las oficinas de la C.I.A. entorno a los absurdos sucesos investigados, ridículas parodias sobre la gente guapa de la clase media-alta estadounidense, obsesiones patéticas, paranoias extremas, adulterios a mansalva, bricolaje de juguetes sexuales… Delirante.

Shine a light
Martin Scorsese filmando un concierto de los Rolling Stones. Eso no podía salir mal nunca. Reconozco que es la elección más subjetiva de todas.

No es país para viejos.
Otra vez los Coen, pero adaptando a Cormac McCarthy. La película será recordada por el peinado del implacable Anton Chigurh, el Oscar de Bardem, pero lo que más me atrapó fue la atmósfera fronteriza, semidesértica, de un lugar que parece situarse en el borde del mundo.

En el Valle de Elah
Se le ha criticado cierta carga de moralina y por su confuso sentido alegórico, pero me impactó la austera interpretación de Tommy Lee Jones, componiendo un personaje de carácter espartano, frente a una sociedad claramente en decadencia.

Appaloosa
¿El western es un género muerto? Si es así, ojalá pudieran decir lo mismo los demás. Se hacen muy pocas películas con tanto cariño e implicación como la demostrada por Ed Harris. Uno de los mejores relatos que haya visto filmados sobre el sentido de la amistad.

Antes de que el diablo sepa que has muerto
Película de título imposible de retener en la memoria, contiene los mejores desnudos del año, a cargo de Marisa Tomei.

La niebla de Stephen King
Deliciosa Ciencia Ficción de Serie B.

Camino
Soy un pésimo seguidor del cine español, apenas habré visto un par en todo el año. Pero atiné con la reciente acaparadora de los premios Goya. Una película muy personal, de temática arriesgada, sin ambigüedades.

EL PUFO DEL AÑO

Speed Racer
¿Tanto dinero gastado para esto? Los hermanos Wachowski practicando la caída libre…

LAS CURIOSAS

La banda nos visita.
Un israelí homenajeando al cine egipcio, en una historia con música y romance, cargada de esperanza.

El último viaje del juez Feng
Curiosa aproximación a la China profunda.

El baño del Papa
Los pobres siempre serán pobres, y no les queda más que soñar. Una enternecedora y divertida historia que huye del drama fácil.


NO HE VISTO, POR LO TANTO, NO PUEDO OPINAR

4 Meses, 3 Semanas y 2 Días
Cometas en el cielo
Vicky Cristina Barcelona
Gomorra
Juno
John Rambo
Buda explotó de vergüenza



Para ver todos los estrenos del año:

http://cine.lycos.es/peliculas-estrenos-2008.php

sábado, 17 de enero de 2009

En la trastienda del festival de cine y derechos humanos

Con bastante retraso (mis disculpas), me he decidido a ofrecer algunas impresiones, desde mi posición en la organización, del I Festival Internacional de Cinema i Drets Humans a Mallorca.

Para los interesados en la memoria del evento, podéis visitar el blog http://festidretshumansmallorca.blogspot.com/ Quizá la lectura más atractiva, por tratar aspectos menos técnicos, se ofrece en las etiquetas de “Debate” y “Concierto”

Para esta entrada, compartiré lo que, por cuestiones de tipo político, no hemos incorporado a la memoria.

Sobre la asistencia de público (casi un centenar de media, siendo generosos, incluyendo a los organizadores y al acomodador), es para mostrarse moderadamente satisfechos. Por un lado, hay que considerar que se trataba de una primera edición, y que se ha superado, por las referencias disponibles, la de otros festivales de similares características. Por otra parte, decir que la entrada era gratuita, y que el trabajo de publicidad y promoción fue enorme, por encima del resultado obtenido. Me ha fastidiado enormemente tener que inflar las cantidades oficiales, sencillamente, porque es lo que todo el mundo espera y da por sentado.

Poderoso caballero sigue siendo Don Dinero. Aunque no tardé en distinguir quién estaba dispuesto a participar de una forma generosa, de quién mostraba indiferencia (o peor, la oportunidad de sacar tajada), me he llevado unas cuantas sorpresas.

En general, las publicaciones no ofrecen una cobertura amplia si no es a cambio de publicidad. Debemos mostrarnos especialmente agradecidos a la agenda quincenal Youthing, la más importante de Mallorca en cuanto a ocio, que nos brindó su portada, y una colaboración más allá de cualquier compromiso.

Por cierto, la falta de rigor en la prensa es sencillamente alucinante. A pesar de facilitar un dossier informativo, algunas erratas resultaron chirriantes. Por ejemplo, la edición balear de El Mundo nos bautizió como “I Festival Mundial…” (o sea, del “mundo mundial”), en lugar de “I Festival Internacional…”. El Diario de Mallorca infló la asistencia por nosotros, multiplicándola por seis. Última Hora incluyó como gratuita una cena previa al concierto… Noté como algunas declaraciones expresadas en entrevistas fueron tergiversadas, si bien no se trataban de asuntos importantes. Una honrosa excepción, el programa Itaca, de la insular TV[M], cuyos jóvenes redactores trabajaron horas para ofrecer un magnífico reportaje de cuatro minutos de duración (aunque, ¡todavía no me han devuelto el DVD prestado!)

La charla de Mamen Briz, en defensa de la legalizar de la prostitución, resultó un éxito un tanto inesperado. Personalmente, temía una escasa afluencia, por ser un tema bastante incómodo de tratar, que pudieran manifestarse prejuicios sobre las invitadas, o que el debate derivara en una fútil polémica desde la moralidad. Ocurrió todo lo contrario, en buena parte, gracias a las cualidades como oradora de la propia Mamen Briz.

De lo que no me libré es de desencuentros motivados por el uso de la lengua, fuera la mallorquina/catalana, fuera la castellana. Los nacionalistas lingüísticos (sean mallorquines/catalanes, sean castellanos) no solo usurpan la cultura para su causa, sino que además, ¡utilizan los Derechos Humanos para presentarse como víctimas! Me gustaría debatirlo en el futuro…

No sé si por una anécdota con un espectador debería de generalizar, pero me quedé con la sensación de que resulta edificante denunciar las violaciones de derechos en el extranjero, pero nos violenta que el extranjero critique las que ocurren en nuestro territorio.

Y para quienes estén pensando de que carezco de sentido autocrítico, aún no me he recuperado del ridículo que hice presentando la ceremonia de inauguración (me pasa por ser como los toros, ¡me muestran el capote y embisto!)