lunes, 8 de diciembre de 2008

Libros para sobrevivir (2): "La música del azar", de Paul Auster



“- …Lo teníamos todo en armonía. Habíamos llegado al punto en que todo se estaba convirtiendo en música para nosotros -…
-… Estás empezando a hablar como Flower, Jack. El tipo gana la lotería y de repente se cree elegido por Dios. Me da igual como se llame, Dios, suerte, armonía, todo viene a ser la misma gilipollez. Es una forma de rehuir los hechos”

Así replicaba el protagonista de esta extraordinaria novela, Nashe, a su amigo Jack Pozzi, el invencible jugador de póquer. Y es que Nashe, nada más iniciar la narración, ya queda perturbado al pensar en que si el orden de la secuencia de los sucesos acontecidos se hubiera alterado, probablemente habría conservado la vida apacible que mantenía.

¿Acaso el azar es sinónimo de caos? Entiendo que no. Frente a una figura determinista que rija el destino, el azar no se alía con lo que no deja de ser un cierto tipo de orden aún en sus características impredecibles. Para los aficionados a la ciencia ficción, la psicohistoria de Asimov nace a partir de la posibilidad de extraer conclusiones globales y a largo plazo sobre un conjunto de fenómenos caóticos, no azarosos.

¿El azar y la suerte son lo mismo? En absoluto, el azar es un juego de probabilidades basadas en fórmulas, igual que el póker. Por eso Pozzi es invencible, porque su talento consiste en aplicarlas constantemente, puede perder una mano, pero no la partida. La suerte no existe.

¿El azar permite el libre albedrío? No necesariamente, uno no es más libre por tomar una decisión aleatoria que por tomar una determinista.

Escogí esta obra de Paul Auster, que ni siquiera había comprado, por azar. Busqué infructuosamente el libro que estaba leyendo, y al no encontrarlo, cogí uno del montón de los que tenía por leer mi esposa.

Quedé hipnotizado por la imagen de Nashe, gastándose la herencia en un coche y en gasolina para recorrer Estados Unidos, horas y más horas de carretera, cada día aumentando el promedio, como única motivación para seguir viviendo en libertad.

Me reí a carcajadas con Jack Pozzi, personaje bravucón y pendenciero, muchísimo más hábil con la palabra que con los puños, seguro de sí mismo ante la partida de póquer de su vida.

Y me conmovió la descomunal tarea de la construcción del muro, con las diez mil piedras traídas desde Europa, procedentes de un castillo desmontado por la excentricidad de dos nuevos ricos, “será un monumento conmemorativo en sí mismo… una sinfonía de piedras resucitadas, que cada día cantará una endecha por el pasado que llevamos en nuestro interior”

Tres historias por el precio de una, cortesía de la generosidad narrativa de un auténtico grande de la literatura, Paul Auster.