jueves, 30 de octubre de 2008

I Festival Internacional de Cinema i Drets Humans a Mallorca



Bueno, este es el motivo principal por el que mi actividad en el blog ha decrecido en las últimas semanas. Participo en la organización. Espero poder veros a alguno de vosotros allí, en las fechas indicadas...





Sobre rusos muy rusos



La prosperidad, en estos últimos siglos, suele venir acompañada de contaminación. En el caso de Enrique López Viejo, su bar de moda se cargó de un ambiente demasiado insustancial para alguien acostumbrado a alternar, en su biblioteca, con los escritos de los más grandes literatos y pensadores rusos. Así que, en una decisión muy rusa, decidió traspasar el negocio y dedicarse a la escritura.

Esta obra versa sobre las apasionantes biografías de Herzen, Bakunin y Kropotkin. Y descubre una cualidad común, que da título al volumen, la de ser un ruso muy ruso.

Ante todo, son tipos muy divertidos. Son exiliados románticos y políticos, complicadísimos en extravagancias vitales, excéntricos en lo moral y lo intelectual. Algunos eslavófilos (irónicos escépticos convencidos en la tristeza de que el retraso social ruso era inherente a su espíritu), otros occidentalistas (el modelo a seguir está en las ideas de la Ilustración) Adoradores del sol, el fuego, la revolución y el vino francés. Aman la literatura y leen a Schopenhauer. Nobles ricos, arruinados o por arruinar, diletantes, bohemios y orgullosos. Arriesgados, vehementes, nihilistas y jugadores. Altruistas con el campesinado, odian lo burgués. En Rusia padecen epilepsia y, en el exilio, la necesidad de cambiar continuamente de residencia. Políglotas con un mundo epistolar intenso, pero algo indolentes. Desconfían de lo judío y lo alemán, pero las zarinas Romanov eran teutonas.

Si bien López Viejo advierte en el prólogo “que en absoluto comparte su ideario filosófico y político”, la obra está impregnada, como también reconoce, de emoción por estos personajes tan fascinantes. Entorno a las, a veces, increíbles historias de estos tres protagonistas, aparecen incontables secundarios de auténtico lujo, que llegan a ejercer de “robadores de escenas”, como Richard Wagner, Fedor Dostoievski, Nicolás I, Iván Turgueniev, James Rothschild, Giuseppe Garibaldi,… Karl Marx se lleva los adjetivos menos cariñosos (“insidioso”, “tedioso escritor”, “capcioso e intrigante”,…), pero el papel de malvado queda reservado al violento Sergei Nechaev.

“Tres rusos muy rusos” es un libro grato, ameno, divertido. Al concluir, uno desea permanecer en el mismo universo, y arrojarse sobre las obras de Dostoievski, Tolstoi, Turgueniev, Pushkin, y tantos otros.